lunes, 30 de noviembre de 2015

¿POR QUÉ LAS PAREJAS DISCUTEN EN IKEA?

La periodista del diario El Mundo, Elena Mengual, ha publicado un interesante reportaje sobre las peleas que se producen entre parejas en las tiendas que IKEA tiene repartidas por toda España. No hay que olvidar que más del 80% de los clientes de la multinacional sueca acude acompañado a sus instalaciones. El 65% lo hacen junto a sus parejas.

Dicen que dos no riñen si uno no va a IKEA. La adaptación contemporánea del dicho, si bien algo exagerada, no deja de constatar una realidad: es prácticamente imposible acudir en pareja a la tienda de muebles sin acabar discutiendo. ¿Acaso es su recorrido un laberinto del desamor?
No exactamente. El fenómeno, común a otras situaciones como elegir los materiales para reformar la casa, se produce cuando se toman decisiones a dos que afectan a la vida en común. Y si hay un lugar por antonomasia asociado a mudanzas y a inicios de vida compartida, ése es la tienda sueca.
Esas discusiones van más allá del estrés que genera un entorno laberíntico y plagado de estímulos, en el que uno sabe cuándo entra, pero no cuándo va a salir. Por un lado, afloran los roles de género. Por otro, aspectos de la relación: el liderazgo en la toma de decisiones, el reparto de las tareas del hogar, las prioridades como pareja... Porque, si no nos ponemos de acuerdo en cómo queremos que sea nuestro espacio común, ¿qué más cosas diferirán en nuestro proyecto de vida?
Clientes de IKEA Alfafar el día de la inauguración de la tienda.

"Me duele que lo que es importante para mí no lo sea para él", se lamenta María N., de 30 años, quien rememora con horror la primera vez que visitó IKEA con su pareja, Álvaro, de 31. Acababan de irse a vivir juntos. "Íbamos a buscar una mesa de comedor, unas sillas, sábanas, cojines... las típicas compras de una pareja cuando se van a vivir juntos. Yo llegué esperanzada de que él se contagiase de mi entusiasmo, pero, a los 30 segundos de cruzar el umbral, comenzó a comportarse como si lleváramos allí cinco horas, metiéndome prisa todo el rato. Pero al ser unas compras que yo consideraba muy necesarias, seguimos adelante", relata.
Pese a la presión, María no puso mucho de su parte por aligerar la visita: "Sabía que se estaba agobiando, pero no pude evitar hacer mi ritual de sentarme en todos los sofás y tumbarme en alguna cama. En este punto del recorrido ya lo había perdido de vista; me estaba esperando casi al final. Acabó de perder los nervios cuando me vio detenerme en las velas. Ahí ya me contagié yo de su tensión y tuvimos un gran cisco, casi donde el almacén. Yo estaba al borde de las lágrimas. No podía entender que no compartiese mi ilusión y discutíamos mientras esquivábamos los carritos de la gente".
"Cuando una pareja decora su casa está construyendo su hogar en común, toca ponerse de acuerdo en algo que sentimos como una expresión de nosotros mismos", explica la psicóloga Rosario Linares, directora de El Prado Psicólogos. "La casa es un lugar donde uno espera sentirse a gusto, donde quieres que lo que te rodea sea de tu agrado. Esto puede dar lugar a una lucha de poder a la hora de elegir los muebles. Por otro lado, las prioridades de las mujeres y de los hombres suelen ser diferentes: en general el hombre busca funcionalidad y la mujer, estética; aquí nos encontramos además ante una lucha de valores".
En términos generales, la mujer "siente que su cónyuge le mete prisa a la hora de elegir algo tan importante para ella como la decoración de la casa y se frustra por no poder disfrutar de ello con su pareja. La discusión está servida".
Según datos facilitados por IKEA a EL MUNDO, más del 80% de las personas acude a sus tiendas acompañada, el 65% por su pareja, especialmente los viernes y los fines de semana. "En grandes líneas podemos decir que las mujeres tienden a tener una visión más panorámica. Esto se traduce en la tienda en una visión más general, enfocándose en elementos que atraen la atención para investigar más", explica la empresa. Los hombres, por su parte, "tienen tendencia a tener una visión más centrada. Ven principalmente objetos que están cerca (de dos a tres metros de distancia) y suelen acercarse a elementos muy concretos con clara intención de compra".
Andrés y Ainhoa, de 38 y 34 años, cumplen a rajatabla con el estereotipo. "La mayor parte de las discusiones que hemos tenido ha sido por desviarnos de lo que teníamos que comprar", explica él. "¿Que necesito unas toallas y una cómoda? Pues toallas y cómoda. Pero Ainhoa, por práctica, siempre dice: 'Vamos a echar un ojo. ¿No dijimos que necesitábamos una cortina de ducha?'. Ahí empieza el mal rollo. Es como un agujero negro: es imposible estar menos de dos horas en una tienda IKEA. Son unos cracks estos suecos".
Cuenta IKEA que las visitas en pareja a la tienda suelen empezar con mucha energía. "Observamos que los visitantes de nuestras tiendas quieren ver y tocar todo. Esto es mucho más intenso cuando van acompañados, ya que el uno contamina al otro. A medida que avanzan el nivel de energía disminuye. La atención se va centrando en lo que realmente necesitan". Pero parece que nunca lo suficiente, al menos para Andrés y Álvaro.
"En un ejercicio de observación seguimos a dos parejas", explica la empresa. "Las mujeres mostraban gran interés por todo lo que ofrecía la tienda. Animándose mutuamente disfrutaban del momento. Los hombres estaban hablando y prácticamente no miraban nada. Cuando los temas de conversación se agotaban, los hombres consultaban su reloj y, muy a disgusto de las mujeres empezaban a insistir en el tiempo que llevaban dentro y que ya era hora de irse".
Tras aquella discusión mientras esquivaban carritos, María y Álvaro decidieron poner unas reglas: solo volverían cuando fuera necesario y las visitas nunca superarían los 45 minutos. De momento, han cumplido. "Ahora las discusiones las tenemos previas porque negociamos antes qué vamos a comprar. Y esas negociaciones se pueden extender durante meses".
No son los únicos que han tenido que poner normas. También lo hicieron María L. y Jorge C., una pareja madrileña de 38 y 39 años. "Tras reformar la casa, buscábamos muebles básicos, y teníamos discusión tras discusión. Es verdad que siempre íbamos a IKEA a las ocho de la tarde después de salir de trabajar, de modo que, ya cansado, te metes en una tienda en la que tienes que recorrer siete kilómetros porque es el recorrido obligado", cuenta. Las discusiones, dice, eran "muy tontas". "En realidad todos los muebles son muy parecidos; pero si había que decidir entre dos muebles, uno quería uno y el otro, el otro". Un día encontraron la solución: a partir de entonces acudiría María en solitario y pagarían para que el porte y montaje lo hiciera un tercero. "Jorge me dijo: 'Todo lo que elijas me parecerá bien'", y así ha sido.
Sin embargo, esa complacencia no siempre es tan bien acogida. Para Ainhoa, que Andrés delegue en ella las decisiones denota falta de interés. Él, en cambio, aduce que simplemente tienen diferentes visiones de lo que es necesario y lo que no. "Por ejemplo, ella decidió que había que cambiar el escritorio de mi despacho; yo pensaba que no hacía falta, pero al final lo cambiamos. Así acaban la mayoría de discrepancias: yo cedo". ¿Una forma de evitar el conflicto? En realidad, no. "Ella considera que yo paso, que todo lo tiene que hacer ella; que si no fuera por eso, básicamente viviríamos en una pocilga".

Una pareja espera en la cola para pagar en IKEA Alfafar.

Según explica el psicólogo José Bustamante Bellmunt, autor del libro 'En qué piensan los hombres' (Paidos) y vicepresidente de la Asociación de Especialistas en Sexología, las tareas del hogar son uno de los motivos más frecuentes de discusión en pareja. "Cualquier cosa que reavive este enfado más o menos oculto, incluida la visita a la zona de cocina de una tienda de muebles, puede ser la chispa que prenda la mecha. Pero no olvidemos que una chispa no enciende nada que no exista; revela un conflicto latente y no resuelto en la pareja".
"En consulta", continúa, "ves frecuentemente cómo muchas parejas resuelven sus conflictos echando mano del amor, es decir, tras unas horas malhumorados, deciden acercarse, darse un abrazo y decirse 'te quiero' sin resolver en realidad lo que había provocado la discusión. Eso hace que vayan almacenando en su 'diario mental' los reproches de cada una de las discusiones, de manera, que en cuanto vuelve a aparecer una discrepancia, por nimia que parezca, aunque sea escoger entre la estantería Fjälkinge y la Bestä, signifique traer al presente el malestar o cada una de las discusiones pasadas".
Que no cunda el pánico. Una discusión en Ikea no necesariamente implica diferentes niveles de compromiso. Sí a la inversa: "un nivel dispar puede ponerse de manifiesto en una toma de decisiones sobre algo tan relacionado con la pareja y el compromiso como es 'la casa'", explica Bustamante. "Muchas parejas avanzan en la relación a ritmos distintos y decorar una casa, invertir dinero en la misma o simplemente comprar muebles juntos puede poner encima de la mesa esas diferencias. El permanente "me da igual" puede ser que de verdad no le importa la decoración o muebles de la casa, pero también que no se siente dentro de ese proyecto en pareja".
Ares Anfruns psicóloga y formadora del Institut Gomá, destaca que, en la pareja, "de pequeñas situaciones nacen frustraciones que llevamos acumuladas. Temas que no hemos hablado o gestionado adecuadamente en su momento y, cuando nos encontramos en un espacio como Ikea, donde la pareja se expone a comunicarse sí o sí, salen a la luz".
Mercedes Fernández tiene 33 años y lleva cuatro viviendo con su pareja, de 32. Dice que no ha habido visita a IKEA sin discusión. "La que tuvimos al irnos a vivir juntos no se me va a olvidar en la vida. Fue por las cortinas del salón. Él estaba empeñado en unas oscuras. Yo las quería en blanco porque nuestro piso es pequeño y nos comerían la luz. Me llegó a decir, con muy malas formas, que no tenía gusto, que era una hortera y una cateta. La gente alrededor nos miraba. Estuvimos tres horas en la zona de las cortinas, discutiendo. Al final nos tuvimos que llevar las que él decía. Al llegar a casa, conforme las pusimos, me dio la razón. Pero nada, él sigue pensando que es como Norman Foster, tiene una especie de delirio narcisista con la decoración de interiores".
"Frente a la compra de cosas para ese espacio común pueden surgir premisas internas como el 'yo sé más de esto'. Cada individuo tiene una serie de creencias y experiencias pasadas que pueden influir a la hora de comprar. Premisas como 'ya lo he hecho antes' o 'en mi casa se hacía así'", explica Anfruns.
Otro episodio que Mercedes no ha olvidado fue el día en que protagonizaron la típica escena en el parking. Esa que se produce en el momento que uno se da cuenta de que la compra no cabe en el coche. "Él me decía: 'Tú tiras la toalla muy rápido, vamos a intentarlo', y yo veía que no, que era una simple cuestión de espacio y lógica. Al final tuve que llamar a mi hermana para que viniera. Y nos cupo, sí, pero con los dos coches hasta arriba".
"La pareja debe ser un equipo, donde el liderazgo es compartido y se confía en el criterio del otro. Cuando nos encontramos ante situaciones estresantes y/o conflictos olvidamos esta unión y nos posicionamos como seres individuales, apareciendo nuestro ego, y nos alejamos del objetivo común", explica Anfruns.
Un grupo de clientes en la entrada de IKEA Alfafar.

La propia empresa es consciente de su 'capacidad' para desatar broncas. Incluso juega con ese concepto en su publicidad, como en el 'spot' que lanzó el pasado San Valentín con las típicas peleas de pareja [y que reproducimos más arriba]. Hasta Tina Fey rompe con su novio en el almacén de Ikea en un capítulo de la serie 'Rockefeller Center'. ¿Exagerado? Ricardo y Carolina planearon un viaje desde Valencia cuando IKEA solo estaba en Madrid. Discutieron tanto que las cuatro horas de viaje de vuelta las hicieron sin hablarse, separados por una estantería Billy apoyada como un muro en el freno de mano. Al menos lo hicieron en el mismo coche. Cuenta que con su anterior pareja incluso regresaron en diferentes medios de transporte.
Las parejas que te encuentras en IKEA siempre están peleándose. Es una buena salida para psicólogos sin trabajo: colocarse en la sección dormitorios y ofrecer tus servicios", bromea Ainhoa, quien está esperando su primer hijo y ha decidido comprar el mobiliario del bebé de segunda mano. "Ya lo que nos falta es relacionar el nacimiento de nuestro primer hijo con una discusión".
Las discusiones en Ikea incluso han inspirado técnicas para terapia de pareja. Tras observar la frecuencia con la que estas peleas salían a relucir en sus sesiones, la profesora de Psicología en la Universidad de California Ramani Durvasula decidió investigar sobre el terreno, tal y como contó en 'The Washington Post'.
De esas incursiones nació un ejercicio para las parejas en crisis: montar muebles juntos, una tarea que provoca incluso más fricciones que la visita a la tienda. De hecho, el mueble de salón Liatorp es también conocido como 'divorcemaker' ('provocadivorcios'). El caso es que la psicóloga coloca a las parejas a ensamblar muebles, con diferentes niveles de dificultad, para que trabajen en equipo. El ejercicio en realidad se basa en el 'efecto IKEA', un término acuñado por tres investigadores de la Universidad de Harvard que hace referencia a la tendencia del consumidor a dar más valor a aquellos productos en cuya construcción ha participado. El estudio, curiosamente, llevaba por subtítulo "Cuando el trabajo conduce al amor".