martes, 17 de junio de 2014

SIN ATASCOS Y CON 1.300 CLIENTES. ¿IKEA TRIUNFÓ O FRACASÓ EN SU INAUGURACIÓN EN VALENCIA?

A las nueve y once minutos de la mañana un tren de cercanías arranca desde la Estación del Norte de Valencia con destino a Gandía. En el tercer vagón de un moderno tren de RENFE una veintena de personas se relajan, muchos acabarán el recorrido en la maravillosa Ciudad Ducal. A mi derecha tres señoras de avanzada edad visten vaqueros y camisetas amarillas. También van a la inauguración de IKEA Valencia Alfafar (por fin sabemos como ha sido bautizada la tienda por los capitostes de la multinacional en Spain) y se han vestido para la ocasión como les han 'ordenado' desde la compañía "es la única forma de conseguir el regalo", me dice convencida la mayor de ellas que parece bien informada y que ha realizado ya algunas compras en la tienda de Murcia.
El recorrido es corto, tan sólo ocho minutos. Bajamos al andén y nos dirigimos en busca del autobús lanzadera que IKEA ha prometido durante el mes de junio para facilitar el traslado al establecimiento que se encuentra a dos kilómetros. Por allí aparecen otras cuatro personas, parecen despistadas, pero también quieren asistir a la inauguración de la primera tienda del gigante escandinavo de la decoración en la Comunitat Valenciana. Uno de ellos es un empleado de IKEA. Pasan los minutos y por allí no aparece nadie, por lo que decidimos en manada dirigirnos a pie hasta la tienda con un guía de primera división, un joven que ha firmado un contrato de 24 horas semanales. Su trabajo estará repartido en tres días, aunque ya se puede despedir de ver a su novia los sábados ya que ese día es fijo en su calendario laboral. Es el día de más ventas en las tiendas de IKEA en España y hay que volcarse para intentar rentabilizar la tienda en el menor tiempo posible. La pregunta del millón que nadie se atreve a responder es la siguiente: ¿En cuántos años será rentable IKEA Valencia Alfafar?
Un empleado de IKEA regula el tráfico en IKEA Valencia.

La conversación es anema. Está contento por trabajar en IKEA tras sortear un duro proceso de selección y batir a otros 100.000 candidatos. Su salario supera por poco los 600 euros, pero para él es una buena oportunidad laboral. Sabe que no podrá ganar ni un euro más ya que las HORAS EXTRAS ESTÁN PROHIBIDAS. Su contrato, como el de otros tantos, tiene una duración limitada de ocho meses. Me confirma que muchos de los empleados son universitarios o licenciados y que la media de edad no supera la treintena. El ambiente laboral es bueno. ¿Pero no decía IKEA que no iba a tener en cuenta la edad en el proceso de contratación? Otra milonga (albóndiga) sueca.
No le han dicho la estimación de clientes que IKEA tiene para el día de la hoy, lo único que tiene claro es que lo tiene que dar todo. La única referencia con la que cuenta son las 10.000 bolsas de edición limitada que la compañía ha prometido a los clientes que compren durante los póximos días. En ese instante me muestra una foto que un compañero acabada de realizar desde la tienda. 1.300 clientes esperan la apertura como si se fuera a acabar el mundo. Nada de nada. Lo único que sabe es que la multinacional sueca espera un verano espléndido en su tienda de Valencia. Luego ya veremos. Altos y bajos, como en cualquier otro establecimiento del planeta. También es consciente que el contrato no significa nada, hay que trabajar duro para conseguir la renovación. Lo que no sabe es que IKEA tuvo que reducir drásticamente plantilla en su tienda de Vallecas cuando descubrieron que los inflados números no salían ni a la de tres. Habían sido excesivamente optimistas en sus previsiones y el primer año de la inauguración pincharon y mucho. No se renovaron contratos y se redujeron horas.
Estamos cerca de la tienda cuando se escucha el inicio de una espectacular mascletà. Son 7 minutos de una atronadora sinfonía. Fantástica. IKEA sabe que hay que hacer guiños locales para que los clientes se sientan próximos a su entorno. El valenciano es muy de su terreta. Nos despedimos y le deseamos mucha suerte en la compañía escandinava. No la va a necesitar parece espabilado.
10.30 horas en IKEA Valencia. El parking vacío.

Un helicóptero de Protección Civil sobrevuela el terreno de IKEA Valencia. Los suecos han tenido suerte ya que el autogiro está pintado de azul y amarillo, color corporativo de Protección Civil. En un marcador inmenso se puede leer: Por fin juntos. GRACIAS junto a un gran corazón de color rojo y otro reza la siguiente leyenda: Entra. Vamos a disfrutrarlo.
Al llegar me encuentro a un ejército de clientes en largas filas: el 90% van vestidos idénticos como si fueran gemelos: vaqueros y camiseta amarilla de diversas tonalidades. Todos van en busca del ridículo regalito. Son 1.300 en el mejor de los casos (a las 9.15 horas se ha repartido el número 1.070) y observó que la carretera está limpia. Ni rastro de los atascos previstos y que hay plazas libres de parking libres por todos lados y eso que el recinto de la tienda está cerrado por ser el día de la inauguración. ¿Éxito o fracaso? No sé que deciros. Yo esperaba mucha más afluencia de clientes después de una década de espera en una ciudad como Valencia (la tercera más importante de España) y con una campaña de publicidad muy cara (sólo la premiere del Mercado de Tapinería le costó a IKEA 200.000 eurazos). Parece que la crisis pesa y mucho.
Clientes de IKEA Valencia pasean por la tienda.

La afluencia de coches es progresiva, pero a las diez y veinte la mitad del parking está vacío y eso que el 98% de los clientes ha llegado al recinto en vehículos particulares. Me cobijo a la sombra de las tres banderas (la española, la sueca y la senyera valenciana). El calor es insoportable, sofocante, el sol aprieta y mucho. De repente aparecen dos chicas treintañeras. Llevan un bloc en la mano y nos empiezan a formular preguntas. Nos dicen que están realizando un estudio sobre la apertura de IKEA, aunque no dan más pistas. Aseguran que son de Madrid y que no trabajan para la multinacional de la decoración. Nos preguntan si vamos a comprar algún artículo, la razón por la que no estamos en la cola y si pensamos que la tienda será un éxito tras la polémica durante años con los responsables del sector del mueble valenciano. Están más verdes que un brócoli y más perdidas que un elefante en una cacharrería. No tienen ni idea y apuntan en la libreta cada cosa que digo como si fuera fé de vida. Craso error. No soy adivino. Al cabo de 15 minutos deciden replegarse y preguntar a los clientes que ya salen con las escasas compras realizadas.
Allí me encuentro a un vecino de Valencia que es un fanático de IKEA. Me muestra su tarjeta IKEA Family. Quería ver la inauguración del 'monstruo' y a las 11.30 horas ya sin ninguna cola decidimos entrar en el segundo establecimiento más grande de España.
El parking a las 14.30 horas. ¿Éxito o fracaso?

Miles de personas se encuentran en el interior. Subimos las escaleras y un trío de jazz (piano, guitarra y un abnegado contrabajista) suena a la perfección. Nadie les presta atención. Son actores secundarios en un guión donde el personaje protagonista es IKEA. Desde la primera planta se divisa el parking. Le pido a mi colega que me haga un cálculo del número de coches que hay estacionados. "No llegan al millar, como máximo 900", me dice convencido. "Poca gente, esperaba muchos más clientes. Me recuerda a un sábado cualquiera en el IKEA de Murcia". Tomo nota.
Subimos a la segunda y última planta, la más alta de IKEA en todo el mundo. La tienda es espectacular. La primera zona que visitamos es el restaurante donde han plantado naranjos adornados con cajas de naranja en homenaje a la terreta. Magnífico, aunque no se ve el mar como me habían comentado. Al fondo se divisa El Saler y mucho más lejos las montañas de Cullera.
Muchas embarazadas en busca del cuarto para su bebé
Hay bastantes clientes por los pasillos. Miran mucho, pretenden conocer los productos de IKEA en tiempo récord algo que no es posible. A algunos los productos les parece baratos, a otros caros. "Nena qué son 5 euros", asegura una señora en valenciano al ver una sartén de cocina. Pero lo que me llama la atención son las docenas de embarazadas, muchas próximas a dar a luz, así como los carritos con niños recién nacidos. Parece evidente que estaban esperando la apertura de IKEA como la necesaria agua que esperamos durante el mes de junio. Van con sus esposos. Parece que se han dejado la decoración del cuarto de sus bebés para la apertura, a algunas les queda menos de 15 días para parir. Son los hijos de IKEA. También se escucha a muchos extranjeros hablar en inglés y francés además de los marroquís, lituanos, ecuatorianos, colombianos... que desde que José Luis Rodríguez Zapatero les regaló los papeles se apuntan a cualquier fiesta. Uno de ellos se molesta porque el ascensor es de subida y no de bajada. Un vigilante le explica la razón pero el sudamericano no quiere entenderlo. Es como hablar con un marciano en el siglo XXI. Parece molesto mientras su hija carga un perro algo que está prohibido en la tienda, pero a la niña le da lo mismo. Nadie le dice nada. Parece que en nuestra querida España vale todo.
Un naranjo en el IKEA Valencia.

Hago mis compras y pasadas las 14 horas pago en una de las 40 cajas abiertas. A los cinco minutos ya estoy listo después que la cajera me pregunte un par de veces mi Código Postal. Los empleados parecen contentos, algunos trabajan duro mientras otros están de chachara, algo que sucede en cualquier empresa, algunos tiran del carro mientras otros van a rebufo como los ciclistas. Por la noche IKEA les va a regalar una fiesta por la histórica inauguración. La cena será a las 22.30 horas y estarán presentes todos los jerifaltes de la compañía escandinava.
Antes de salir voy al IKEA Food donde hay un menú muy econónico que incluye un perrito caliente, un refresco y una porción de patatas fritas y sólo por dos euros, además agregó otro hot dog que me cuesta 50 centímos. Estoy servido, aunque la alarma que se encuentra a mi lado en la puerta de salida no deja de sonar. Franqueó la puerta pasadas las 14.30 horas y veo que en el parking el número de coches es ridículo en la inauguración de un IKEA. Pero aún quedan 7 horas para el primer cierre. Retiro la bolsa de diseño (muy bonita y personalizada) y una de las dos chicas me comenta que puedo elegir cualquiera de los cuatro modelos. ¿Entregarán las 10.000 el primer día? Lo dudo mucho.
Pasan algunos minutos de la dos y media y el parking está bastante vacío. Ya han abierto el de la tienda y con cuentagotas van llegando nuevos clientes a la hora de la comida esperando comprar alguna de las 9.000 referencias que IKEA dispone en la tienda de Valencia, donde es evidente que uno de los objetivos de la firma es la segunda residencia. Un foco constante en muchas partes de la inmensa tienda de 37.000 metros cuadrados.
Aspecto del restaurante a las 13 horas de hoy. Lleno.

Cargado con una bolsa azul de IKEA preguntó a cinco empleados de SERVICIOS AUXILIRES por el autobús lanzadera. Nadie sabe nada, ni les suena. Voy a la parada de autobús con destino a Valencia y allí 10 personas esperan pacientemente la llegada del transporte que los devolverá a casa. No saben nada del autobús lanzadera y dudo mucho que conozcan que a Alfafar llega una línea de tren. Toca caminar. Cae un sol de justicia, cuando estoy a 200 metros de la estación me cruzó con el famoso autobús (no era de ciencia ficción), imagino que vacío y con el aire acondicionado a todo trapo. Ya es demasiado tarde. Mi experiencia IKEA ya está finiquitada. Al filo de las tres de la tarde pago el billete y subo al tren con destino Valencia.
La verdad al final de la experiencia no tengo claro sí IKEA ha conseguido su objetivo. Tiempo al tiempo. No tengo dudas que IKEA Valencia Alfafar será un éxito a largo plazo, aunque los tiempos actuales son duros (seguro que ya llegarán mejores). Su éxito servirá para que cientos de desempleados busquen acomodo en el duro mercado laboral. Al fin y al cabo trabajar en IKEA es sólo una oportunidad laboral.
 

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